Nos demos cuenta o no, nos movemos en un mundo de rutinas. Desde que nos levantamos, seguimos una secuencia de pasos en cierto orden que facilita que completemos tareas de manera rápida y eficiente, sin necesidad de detenernos a pensar en ellas. Seguimos estos pasos de manera repetitiva cada día al bañarnos, vestirnos, cepillarnos los dientes, desayunar, llegar al trabajo, etc. y continuamos siguiéndolos durante todo el día hasta llegar a la cama cada noche para dormir.
Si bien para los adultos las rutinas se hacen necesarias para organizar el día y lograr una serie de objetivos, para los niños las rutinas son indispensables. Es por esto que los educadores establecen un horario durante el día escolar y se esfuerzan por no alterarlo siempre y cuando sea posible. Las rutinas promueven sentimientos de seguridad y control sobre lo que nos rodea, disminuyendo sentimientos de impotencia y frustración.
Piensa en las ocasiones en las que te has mudado de casa u oficina o cuando has comenzado un trabajo nuevo. Tal vez han pasado algunos días en los que se te ha hecho difícil encontrar tus cosas o te has sentido un poco raro, inquieto o fuera de lugar. Quizás hasta has perdido el apetito mientras te adaptas. Lo mismo les sucede a los niños cuando se encuentran en un ambiente nuevo o ha habido cambios importantes en sus vidas. Generalmente los padres notan fluctuaciones en su conducta, ya sea que se vuelvan más apegados a ellos, se resistan a seguir las reglas del hogar, se alteren sus hábitos de sueño o alimentación, o parezca que sus emociones estén “a flor de piel”, todas esas son reacciones comunes.
Sabiendo que el cambio es inevitable y que en algún momento nuestros hijos tendrán que enfrentarse a este, es conveniente conocer estrategias que les faciliten la adaptación al mismo. Permítanme compartir algunas de ellas:
- Si es posible, prepara al niño, dándole a conocer de antemano lo que va a suceder.
- Introduce el cambio de manera gradual, poco a poco, para facilitar la adaptación. Así si, por ejemplo, estás planeando que una persona desconocida para él lo cuide en el futuro, lo ideal sería que esa persona pasara algún tiempo con el niño mientras tú u otra persona con quien el niño se siente seguro estén presentes. Luego puedes dejarlo con la persona nueva por un período corto de tiempo e ir incrementando el tiempo de separación poquito a poco. Esto no siempre es posible, pero es lo ideal.
- Evita introducir varios cambios o rutinas nuevas a la vez. Por ejemplo, si el niño está esperando un hermanito y sabes que necesitarás que comience a ir a la escuela cuando este nazca, empieza a adaptarlo a la escuela o la persona que lo cuidará unos meses antes de que nazca el bebé.
- Cuando ocurra un cambio, ya sea esperado o inesperado, trata de mantener estable el resto de las rutinas. De esta manera el niño sentirá que aún tiene control sobre algunos aspectos de su vida.
- Una vez que ocurra el cambio, mantente alerta a cualquier cambio de conducta en el niño. Bríndale una dosis extra de amor y compasión y evita reaccionar enojado o castigarlo duramente por sus emociones. Pregúntale cómo se siente y ayúdale a interpretar de manera adecuada lo que está sucediendo.
Los cambios que a los adultos nos parecen pequeños, para los niños puedes ser enormes. Ellos generalmente carecen de la información con que contamos nosotros y les faltan las palabras para explicar cómo se sienten. Tampoco se percatan del porqué de sus emociones. Ellos tienen poca experiencia en situaciones similares y no han desarrollado los recursos necesarios para enfrentarse a las mismas.
Aunque toma algún tiempo adaptarse a cualquier cambio, la presencia de un adulto estable que ayude al niño a entender lo que está sucediendo y a comprender su mundo interior le darán la seguridad de que todo estará bien.
¿Ha habido algún cabio importante en la vida de tu hijo? ¿Qué te ha ayudado a manejarlo?
Lillian Matutes
21 de junio, 2024
Comments